2005_Miguel Trillo

PHE05: recorridos habaneros*

Dyane, La Habana, 2000

Cada junio FHOTOESPAÑA convoca una cita madrileña con la fotografía internacional. En esta octava edición correspondiente al año 2005, bajo el título Ciudad, el equipo del festival -dirigido por Pablo Berástegui y el Comisario General Horacio Fernández- propone una vasta y heterogénea mirada a las urbes contemporáneas, a los modos en que se habitan los espacios citadinos y se acentúan los perímetros públicos y privados, al  tiempo que en  otros casos se difuminan sus márgenes.

Cientos de visiones de entrañables ciudades, testigos mutantes de las historias de varios siglos, condensadoras de la experiencia vital y los desafueros del hombre contemporáneo, ora arcaico, ora posmoderno, se acumulan en los muros de las instituciones artísticas de la capital española. Entre tantas ciudades míticas, La Habana vuelve a estar presente en el imaginario colectivo, unas veces contemplada como destino idealizado de los viajeros desde el siglo XVI; otras como obsesión de quienes la habitan o han morado en ella por instantes.

A los innumerables cantos urbanos que han narrado y descrito la vida de la ciudad de La Habana, la geografía existencial del asfalto capitalino, se suma ahora el cómplice homenaje del fotógrafo español Miguel Trillo. Su serie Habaneras incluida en la exposición colectiva Viaje alrededor de mi casa, que por estos días se exhibe en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, dentro de la sección oficial de PHE05, retoma la dirección del ojo del viajero sobre un punto de llegada que lamentablemente sigue siendo para muchos un mero refugio exótico. Sin embargo, la lente de Trillo realiza un retrato desprovisto del estereotipado enfoque de la realidad cubana, fruto de la investigación realizada por el artista desde 1999 al 2001.

Decenas de rostros, variadas expresiones, imágenes de frustraciones, esperanzas, resignaciones, nos devuelven los retratos de esos interiores habaneros donde habita la clandestinidad y la resistencia. Diosa, Cindy, Chantal, Rubí, Frida, Yuri, Paloma… son algunos de los nombres o pseudónimos que por sí solos bastarían para conformar un tratado identitario de sus dueñas, ahora retadoras, otras veces seductoras, siempre posando para confirmar su pacto con la mascarada en una sociedad en la que el transformismo y el travestismo se ha convertido en un himno de cimarronaje cultural. 30 fotografías de travestis cubanas remiten a un trazado underground de La Habana, una Habana cuya noche ha sido convertida en epopeya de la subversión, en elogio de las apropiaciones a través de las cuales esas «subjetividades laterales» construyen un imaginario propio de legitimidad, apartado del falocentrismo del Estado.

El esplendor de una imagen cultivada en base a la autocomplacencia, la devoción por el artificio, el rebuscamiento, la cosmética, la pose elocuente de esos personajes retratados contrastan en muchas ocasiones con la depauperación del contexto que les acoge, metaforizando una dualidad entre aversión y fascinación que se erige como signo de las pasiones que acontecen en la misma ciudad. Un trayecto de sensaciones que lleva desde la intimidad de las conductas en el espacio privado a la escena social en la que acontece el teatro de la subsistencia en La Habana de hoy.

La delicadeza que Miguel Trillo transmite en sus fotografías denota el sentido de justicia de una mirada atenta, la cual -según advierte el propio artista- indica que “Habaneras es un canto a la ciudad como icono de libertad. En un país rigurosamente vigilado, estos habitantes de la capital cubana (…) convierten su apariencia en un acto de desacato, su esencia sexual en un campo de batalla. Ante el derecho universal de cualquier individuo a ejercer su identidad, pese a las inclemencias de la naturaleza y de la historia, la metrópolis se erige en el mejor refugio. Y la vivienda en un segundo yo. En ellas unos personajes entre el glamour y la clandestinidad, entre la penuria y la persecución expresan con orgullo y melancolía su diversidad: artistas del transformismo tras el estrellato del play-back y militantes del travestismo tras la supervivencia nocturna.

Mientras, en la galería Arte y Naturaleza, asumiendo el tema propuesto por el festival, se encuentra otra muestra colectiva en la que diferentes artistas dan sus versiones gráficas de ciudades contemporáneas, donde nuevamente La Habana resurge como objeto de la mirada, en este caso de Carlos Garaicoa.

Del retrato psicológico y sociológico de Trillo, el recorrido habanero de PHE05 nos adentra en el paisaje ruinoso de una ciudad histórica cuyo decaimiento se debate entre la subsistencia y la memoria. Garaicoa, cuya poética arqueológica penetra en el imaginario colectivo de una ciudad que parece fenecer, nos invita a detenernos en esas marcas del tiempo que atraviesan las fachadas derruidas por el letargo institucional, y a extraer de cada huella encontrada en los muros, las infinitas anécdotas de vidas antiguas y recientes. El afán documental de este artista va dejando el registro consciente, quizás los últimos vestigios y representaciones, de espacios que luego serán intangibles. Tal vez esas imágenes sean el guiño a la efímera memoria del cubano, volátil condición que contribuye a protegernos a la vez que nos hace presa de la indolencia.

De cualquier modo, en ambos artistas las fotografías nos recuerdan una Habana que duele demasiado como para poder ser olvidada. Una Habana que no pierde una voluntad utópica que desea tamizar el tiempo y rectificar su historia. 

*Este texto fue publicado originalmente en el diario electrónico Encuentro en la Red el 1/07/2005 bajo el título: “Recorridos habaneros”.